Noria Prater

Tívoli vs Prater, la magia de los parques de atracciones antiguos

Estamos acostumbrados a la adrenalina de las grandes atracciones, todos hemos subido alguna vez a esa montaña rusa que nos pone el corazón en la garganta, que acelera nuestra adrenalina hasta ponernos en el máximo estado de alerta, como si estuviéramos preparándonos para escapar de un león que nos va a comer, con la diferencia de que estamos en un asiento de seguridad con unas sujeciones que estoy segura no nos van a dejar escapar.

Cada vez es más frecuente la aparición de atracciones donde la aceleración lineal es bestial, donde te ponen el mundo del revés...Sin embargo, hemos perdido un poco esa esencia de los antiguos parques de atracciones, aquellos que derrochaban decoración, música, y esa esencia que nos recordaba que estábamos allí para divertirnos y estar en familia.

En mi opinión personal, tanto los Jardines del Tívoli (Copenhague) como el Wiener Prater (Viena) conservan parte de esa esencia, esas ganas de ir a la feria, montarse en las atracciones, comprar algodón de azúcar y correr por él hasta estar exhausto. Ambos son relativamente pequeños en comparación a otros parques de atracciones más multitudinarios, pero aún a pesar de ello, caminar por ellos te recuerda su elegancia e historia de una forma muy peculiar, y ambos se encuentran en un enclave de parque que hacen el entorno mucho más agradable.

El Wiener Prater es el parque más antiguo del mundo, en 1766 se abrió al público después de años como coto de caza, para posteriormente inaugurar en 1895 el parque de atracciones que perdura hasta la actualidad. Y ahí continúa siendo un cúmulo de historia, en 1897 se construyó en él una noria gigante, uno de los hitos de la época con sus 60 metros, que años más tarde con motivo de la II Guerra Mundial se vio semiderruida, pero ahí persiste tras su restauración, y subirse en ella es la ilusión de vivir toda esa historia de dificultades e ilusiones.

Además de la noria, podemos encontrar sendas atracciones que se pagan de forma individual, la mayoría rondan los 5€ (la entrada al parque como tal es gratuita), y puedes acceder desde un carrusel hasta un salto invertido, todo ello rodeado de decoración adecuada a cada momento del año, chucherías y un hermoso ambiente familiar.

Los jardines del Tívoli es el segundo parque de atracciones más antiguo de Dinamarca, habiéndose inaugurado en 1843 y manteniendo una decoración cuidada, nos inmiscuimos en un entorno que te hace sentir como en una película, te recuerda la historia del sitio, y a la vez, la esencia de un entorno familiar. En él puedes pagar por una entrada que de acceso al parque y las atracciones, o con la CopenhagueCard puedes acceder al lugar pero pagar las atracciones por separado, donde el precio se acabará encareciendo. El decorado se encuentra adecuado a cada época del año, nosotros tuvimos la suerte de visitarlo en pleno Halloween y era auténticamente terrorífico y bonito a partes iguales. Su localización es más céntrica que el Wiener Prater, y el tamaño es similar, sin embargo, sí parece disponer de un entorno más cuidado que el homónimo vienés. 

Comparando los dos, por decoración y ambiente he de decir que el Tívoli resulta más agradable, el entorno, como en todo Copenhague está extremadamente cuidado, realmente es como si los años no hubieran pasado por el parque. En cualquiera de los dos encontraremos un horario amplio, atracciones adecuadas a todas las edades, un sinfín de dulces y golosinas por disfrutar, un espacio agradable con un entorno natural alrededor que recorrer, pero sin duda, lo acogedor que me resultó el Tívoli aún a pesar de las temperaturas del mes de Noviembre me hace decantarme por él.

Aun así, considero que ambos suponen una visita obligada en cualquiera de las dos ciudades, no sólo por el buen rato que nos van a hacer pasar, sino porque también suponen un capítulo más en la historia de ambos países. Llevan años ahí, han vivido guerras, cambios políticos y socio-culturales, y a pesar de todo ello, siguen manteniendo la esencia y carisma de la diversión, abstrayéndonos a un mundo paralelo de diversión y niñez, y haciéndonos sentir en un paraíso de felicidad y desasosiego.

No olvidéis siempre que...todos debemos sacar de vez en cuando al niño que llevamos dentro.