Mi experiencia viajando en una campervan
Los presupuestos bajos o los destinos muy caros estimulan nuestra capacidad creativa hasta niveles insospechados. Por ello, cuando viajamos a Islandia decidimos que realizar el recorrido en campervan era una opción económica y versátil, que nos permitiría disfrutar del país de una forma más natural. Pudimos disfrutar del viaje, sin prisas por llegar a un alojamiento en concreto; durmiendo, comiendo o tomando un café en parajes de ensueño.
Recuerdo que inicialmente contemplé la idea como una auténtica locura, lo desconocido siempre nos resulta extraño y dificultoso, y a su vez, no parecía la opción más cómoda. No voy a mentir tampoco, no es ni de lejos la cama más cómoda para probar un viaje así, pero creedme, aún a pesar de toda esa incomodidad y adaptaciones que hay que hacer, creo que es una experiencia que merece la pena.
Nosotros viajamos con la compañía Tripcampers, costándonos unos 100€/día en temporada del mes de septiembre. El encargado de tu vehículo te recoge a tu llegada al aeropuerto y te indica las instrucciones pertinentes acerca de la camper, principalmente en cuanto a manejo, apertura y cierre de los diferentes habitáculos, etc. En ella dispones de una cocina a gas, un depósito de agua de 5 L., nevera, cama y ropa pertinente para la misma, cortinas, una minimesa, etc. Pillamos una Renault Kangoo, que realmente es de las más pequeñas, pero disponéis de algunas más grandes, o incluso de autocaravanas, pero a mayor tamaño del vehículo, mayor dificultad para circular por alguna de las carreteras.
Y ahí comenzó, llegamos un jueves a la noche a Keflavik, nos recibió un forofo futbolero que incluso recordaba al Superdepor, lo cual, te hace sentir un poco como en casa. Cuando arrancamos nos dispusimos a buscar un camping, ya que os recordamos que la acampada libre sólo está permitida a aquellos turistas que realicen el recorrido en bicicleta o a pie, y aunque nadie suele decir nada, mejor asegurarse de cumplir la ley.
Recuerdo que en nuestro trayecto en búsqueda del primer camping vi una Aurora Boreal, el simple verde iluminando el cielo me hizo estremecerme, creo que es de esas imágenes que quedarán grabadas en mi retina para el fin de mis días, uno de esos sentimientos que años después te sigue removiendo las entrañas y transmitiendo felicidad. Mentiría si no os digo que esa primera noche se me hizo abrumadora en cuanto a ver todas las dificultades del vehículo, el tener que montar esa cama de forma dificultosa todos los días, la ausencia de un baño, el leve fresco en algunas noches…sin embargo, pasados los días te adaptas, y después de algún que otro golpe sin importancia, empiezas a pillarle el gusto.
Pasaron los días, y le fuimos encontrando, dentro de sus desventajas, cosas buenas. El hecho de disponer de la camper, quitando las limitaciones de recorrido de las carreteras F, que íbamos a tener con cualquier vehículo que no fuera un 4x4, no eran muchas. Hemos desayunado en lugares impresionantes viendo la salida del sol en lo alto de una montada sentados en nuestros asientos, comido en sitios inhóspitos y desolados donde nadie pasaba y el silencio te embriagaba, hemos podido ahorrar y comer medianamente bien (cosa que es difícil de hacer en Islandia a un precio razonable), hemos podido ver auroras boreales y esperarlas casi sentados en nuestra cama, etc.
Los kilómetros nos fueron subiendo en el contador…y el combustible fue bajando, evidentemente. Aun así, recorrimos casi cualquier parte que quisimos del país, disfrutamos de su esencia, de los sitios recónditos, de cada metro asfaltado y sin asfaltar, del ruido de la lluvia en el capó, y de cuando las carreteras disponían de semejantes metidos que eran casi infranqueables… todo esto unido a un largo etcétera de sentimientos encontrados que consiguieron dar a la experiencia un balance positivo.
En conclusión, si tuviera que volver a hacer un viaje en camper, muy probablemente repetiría. Recuerdo que mi madre pensaba que estábamos locos, el concepto de viajar sin ser en un hotel es complicado de entender en muchas personas, pero las posibilidades que nos ofreció, y ventajas de dormir en algunos sitios realmente bonitos, no las cambiaría por nada de este mundo. Evidentemente, si lo hacéis acompañados, puede convertirse en un viaje maravilloso u horroroso, supongo que como en todos los viajes, pero también te enseña que colaborando y trabajando en equipo las cosas son más fáciles y se disfrutan más (como todo en esta vida). Por tanto, no perdáis la oportunidad de probar la experiencia, sea en Islandia, Nueva Zelanda o al lado de casa, estoy segura de que saldréis encantados y reforzados de esta idea de bombero.