Caión, la villa marinera que me empapa de felicidad

"La alegría de una persona es su rasgo más revelador"

  Dostoyevski

Recuerdo que la primera vez que mis pies recorrieron Caión sentí que mi paz estaba allí, es absurdo a veces como un sitio tan pequeño puede llenarnos el corazón de tantos sentimientos y recuerdos, nos empeñamos en recorrer rincones enormes del mundo, ciudades, grandes extensiones de un sitio buscando la magnificencia y conocer algo que nos llene, y sin embargo, para mi este pueblecito lo es.

Todo buen gallego os va a vender que aquí, alrededor de nuestras ciudades y nuestros pueblos, está lo mejor que os podáis encontrar, y creedme si yo me sumo a la pasión de todos esos gallegos. Los locales de Caión probablemente estén cansados de que los coruñeses estemos invadiendo su villa verano tras verano, pero no os miento si digo que allí me he ido en temporal, con niebla, con sol, con viento, y en casi cualquier momento, teniendo tanto respeto por el sitio como lo tienen los que viven allí.

Pero la duda es, ¿qué os podéis encontrar en Caión?

De primeras la bajada de acceso al pueblo consta de unas vistas impresionantes, la costa con su oleaje, la villa introduciéndose en el mar, las chalanas, el puerto, los edificios bajos, la playa...ya sólo acercarse allí supone una delicia para cualquier enamorado de la costa.

A la entrada del pueblo encontraréis una recién peatonalizada plaza, donde en muchas épocas del año hay orquestas, incluso algunos espectáculos de baile gallego, venta de rosquillas típicas, etc., y donde es muy frecuente encontrarla atestada de gente cuando se produce la peregrinación de "Los milagros de Caión", la patrona de allí.

Llegas allí, y te dispones a recorrer el pueblo, que consta de un paseo marítimo maravilloso, algo maltratado por la crudeza del mar, pero el cual merece la pena recorrer, mientras vas viendo las ondas del mar chocando contra las rocas, el puerto, las casas de la gente que vive allí, la cetárea típica, la playa que puede ser más grande o más pequeña según la marea.

Todos estamos acostumbrados a tomarnos algo en sitios tan emblemáticos del paseo como son el Asteria o la Furna Atlántica, lugares donde siempre te atienden con una sonrisa en la cara. Las vistas desde la proximidad al mar que nos ofrece, son sinónimo de tranquilidad, allí moviéndote entre tierra, mar y aire, todos aunados en un pedacito de tierra que se introduce en las aguas cruentas del altántico.

En esa playa podréis disfrutar de la tranquilidad, y de un agua congelada, viendo muchas veces como los surferos se pelean con el mar embravecido.

Sin duda, por su proximidad a Coruña, es un pueblo que os recomiendo visitar si queréis desconectar de absolutamente todo, llevaros la compañía acertada, y es que para mi es un sitio al que me encanta ir con toda aquella persona a la que quiero presentarle mi trocito de tierra de paz, con sus vistas de tierra gallega, sus diferencias arquitectónicas tan típicas de nuestra tierra, el sonido del mar y el grosor de la salitre pegada en el pelo, el viente azotando nuestras melenas y el sol calentando nuestra piel...tomarse una tapa de tortilla mientras uno se queda absorto mirando la costa...la definición de alegría de una persona que Dostoyevski presenta como rasgo más revelador.