Muxía

Todos necesitamos un refugio donde desconectar de las tecnologías y reponer fuerzas. Siempre podemos ir a una casa rural o algún pueblo tranquilo y reconectarnos con la naturaleza y la vida sosegada. Pero por muchos lugares así que visitemos, siempre habrá alguno que nos haga volver, nuestro refugio. El mío se llama Muxía.

Muxía es una villa marinera de la Costa da Morte. De tradición pesquera, aún queda una pequeña flota de barcos, lejos de los días de esplendor cuando las gamelas varaban en las playas para descargar su carga. Aún pervive algún secadero de congrio, donde abiertos y colgados se secan al sol y a la brisa salitrosa del mar.

De costas indómitas y un mar bravío, restos de naufragios aún se pueden vislumbrar en los típicos coidos de piedras de la zona. Desde su costa se pudo ver al Prestige moribundo adentrarse mar adentro para ir a morir al fondo del Atlántico, desde donde su negra sangre vertió para inundarnos de muerte y desolación. Hasta en las desgracias hay luz, pues una marea blanca acudió al rescate, muestras de solidaridad y cariño por los miles de personas acudieron a pelear contra ese desastre con la única fuerza de sus brazos.

Muxía a su vez, es el fin del Camino de Santiago junto a Finisterre. Cada vez más peregrinos deciden terminar sus andanzas aquí, y ver las puestas de Sol junto al Santuario de la Barca en la punta de la península, mientras la salitrada empapa su cabello, pues el mar es indómito incluso en verano. En invierno los temporales azotan la costa, llegando a ver como el mar gabea el monte, intentando conquistar terreno. Difícil imaginarse cómo llegó Santiago junto a la Virgen a estas costas en una barca de piedra, pero los restos de la misma aún se encuentran presentes. A pedra de abalar, el casco de la nave, la vela a pedra dos cadrís, y buscando entre las rocas aún se puede ver el timón pétreo que guiaba la embarcación.

El monte Corpiño domina el pueblo, dándonos una visión panorámica del pueblo así como  de la ría de Camariñas, pueblo que se vislumbra enfrente de Muxía, y del Océano Atlántico. Desde allí también podemos ver las playas de la zona, ya sea la playa de la Cruz o Espiñeirido dentro de la ría y en la entrada del pueblo, así como la playa de Lourido a los pies del monte Facho, playa ideal para caminar por sus blancas arenas y ver las cristalinas aguas, que si bien parecidas a las del Caribe en ese aspecto no se asemejan en la temperatura de las mismas.

Aunque el Santuario de la Barca es quizás el enclave más espectacular por su situación con respecto al mar, Muxía cuenta con la iglesia románica de Santa María, al lado del cementerio. En esta iglesia se hallaron enterrados cañones de una batería que se encontraba en la zona, uno de los cuales se puede ver enterrado en el muelle de Don Manolo, en el paseo marítimo, donde en sus días hacía de noray para amarrar las gamelas.

Pese a que Camariñas sea la más conocida por el encaje de bolillos, en Muxía aún se pueden escuchar el correr de los mismos entre las manos de las palilleiras. Entre las calles del pueblo, se conservan algunas casas de piedras tradicionales aunque reformadas y algunas aún en ruinas, incluso algunas verdaderas mansiones en comparación, fruto del dinero de los indianos que emigraron a las Américas.

Esto en cuanto a la localidad de Muxía, puesto que el concello tiene mucho que ofrecer al visitante como el mosteiro de Moraime con sus murales o el cabo Touriñan el punto más occidental de la España peninsular. Me dejo muchas cosas en el tintero, pero lo mejor es que quien lo desee, vaya con calma y con ánimos de descubrir paisajes espectaculares, cultura y tranquilidad.